domingo, 18 de marzo de 2012

La noche de Carnaval


Este cuento surge a partir de la escucha de música alusiva a los carnavales de 1950, que realiza el grupo de pacientes de uno de los geriátricos en el que trabajo. Con el fin de devolverles de trabajar la subjetividad arme este cuento junto al Prof. Roberto Lepori a partir de la evocación que la música provocaba. Luego uno de los integrantes del grupo de musicoterapia lo volvió a leer al grupo....

“La noche del carnaval”

Se necesitaban una vida y dos largas piernas para recorrer aquella pista y esa noche de carnaval todo el barrio pensaba en lo mismo. Osvaldo Bertone, más conocido como Washington Bertolin, ya había comenzado a caldear el ambiente con el acordeón junto a su sexteto de jazz cuando apuraba el paso por la Avenida Montes de Oca para encontrarme en el bar “La Banderita”, esquina Suárez, con los muchachos.

Durante el carnaval Barracas se llenaba de vida. Una luz propia emergía de donde tocaban las mejores orquestas. Íbamos de garufa a los bailes todos los fines de semana. Bohemios, Club Sportivo Barracas, Sportman y Terremoto en la calle Osvaldo Cruz –donde también jugábamos al básquet y a la pelota- eran algunos de los que más nos gustaban. El Regatas era otra cosa. Los pitucos practicaban remo por el Riachuelo. Las chiruzas del barrio no se animaban a cruzar con el barquito hacia el otro lado, pero en carnaval… como suelen decir, esa es otra historia.

Nos alborotábamos al saber que veríamos a los grandes artistas. El año pasado habían sido Barry Moral (con sus variados idiomas y múltiples estilos), Di Sarli, Darienzo y Pugliese. Antes del baile solíamos ir al corso de la calle California a ver las comparsas. Este no. ¡Por al lado te pasaba el verdulero disfrazado de arlequín o de colombina la vecina de la cuadra de enfrente!... Los lanza perfumes… cómo olvidarlos, cómo te ardía si una gota te llegaba a los ojos. Yo llevaba pomos de plomo y lanzábamos chorros de agua a las chicas que pasaban buscando trasparentar algunas de sus pilchas.

Mis amigos y yo teníamos esa viveza… Parecía que nos hubieran amamantado con picardía para la astucia felina de la raza femenina. Nos dábamos aire aunque solo éramos un par de moscas que se divertían con el carnanaval. Durante el día parábamos las antenas para ver quien se atrevía a pisar la calle para recibir el baldazo de agua. A la noche para entrar al baile buscábamos la mejor forma de no pagar la entrada.

Una vez –mucho antes de la noche que recuerdo- con los muchachos, los que paraban en la esquina, y mi hermano fuimos al baile enfrente del Balneario Municipal. Había que pagar. Mis amigos encontraron una abertura en el alambrado, se mandaron y me invitaron a colarme con ellos. Pero me abataté por unos minutos y decidí entrar por la puerta grande…¡Cómo me cargaron cuando entré!... Lo que me dijeron. El tarde piaste era la contraseña del castigo para pagar los bebidas en el buffet.

El corso era divertido. Pero el baile de carnaval era especial. Las diez era un buen horario para llegar y relojear un poco cómo venían bailando las naifas del barrio.

Por fin en la esquina Suárez y dentro ya de La Banderita. Esa noche todo pasó rápido. Después de unos vermouth nos fuimos con los muchachos al baile de Branden al 800. El Club Boca Juniors. Mi club.

Todo el mundo estaba en el baile -hasta Juan José Pizuti, el mejor delantero que había tenido Racing hasta ese entonces. Él vivía en el barrio de las casitas iguales, cerca del Parque Pereyra frente a la Basílica del Sagrado Corazón, donde tomé la comunión.

Liria conversaba con Benedicta, la hija de la modista del barrio mientras sus madres conversaban entre sí. Bene, así le decían, tenía la chance de tener dos vestidos por el oficio de la vieja diferenciándose de las otras chicas que solo tenían uno para salir.

- Ah, sí yo baile una vez con él…le dijo Liria

- ¿Bailaste? Respondió Benedicta

- Sí, medio patadura, mejor que se dedique al fútbol que lo hace muy bien, respondió Liria con una cuota de sarcasmo.

Ambas rieron.

También estaba Estela, la esposa del carnicero. Estela era tan buena que preparaba todos los días una bolsita con carne para el puchero de los que menos tenían en el barrio. Loca por el tango, lo había aprendido a bailar con su hermano mellizo que era mi amigo. Una vez Estela fue con nosotros al baile de enfrente de su casa con él ¡un tipo muy celoso! Toda la semana Estela había bailado con la escoba practicando los pasos que su hermano bien le había enseñado. El baile siguió hasta pasadas las tres, pero Estela contra todos los pronósticos… lo vio desde el balcón. Una vez adentro del baile el hermano se puso más celoso que nunca y la obligó a volver al hogar dulce hogar.

Las chicas del barrio eran fanáticas del dancing al igual que los muchachos. En los bailes del carnaval todo el mundo movía el esqueleto, pero la pista se llenaba cuando sonaban los pasodobles de Feliciano Bruneli. Pienso en pasodobles y recuerdo “Sangre y Arena” interpretado por la Hayworth en la película del mismo nombre –¡así narraban los periodistas antes!- en la que actuaba Tyrone Power. ¡La pinta de ese tipo!

No sé si tan linda como Rita, pero en ese baile para siempre especial, y cuando menos me lo esperaba, como un extraño hechizo en medio de la música de Fresedo… la veo a ella. La junaba del barrio, una linda piba. Cuando la vi pensé que si ese hubiera sido el comienzo del matriarcado, ella tendría el poder absoluto. Por ahora tenía la decisión de con quién bailar. Y yo dependía de que sus ojazos, ocultos y no tanto, detrás de un negro antifaz, respondieran a mi seña. Y fue un sí.

Fresedo tenía eso. Nunca recuerdo quién cantaba o si alguien cantaba, pero el fraseo del bandoneón hacía que en mi cabeza se repitieran las palabras… decime quién sos vos… decime dónde vas… y yo, iluso, esperaba que con mi mirada se le trasladara a ella –la dueña del matriarcado, digo- aquello, todo aquello que pensaba… Eso anhelaba mientras Fresedo seguía y de reojo lo veía cómo transpiraba y alentaba a los músicos… y le iba prendiendo al mundo sus cascabeles el carnaval

Quisiera volver a abrazarla y llevarla por la pista… Pero no recuerdo qué pasó esa noche con ella, a veces creo que guardé por ahí su antifaz y nunca más lo volví a encontrar o a lo mejor sólo digo que esos son mis recuerdos pero era otro y yo miraba acodado en la barra saboreando el tercer vermouth… En carnaval uno se permitía ciertos excesos. En secreto me gustaba la Hesperidina. ¿Sabías que fue la primera marca que se registró acá en el país? A lo mejor hablo de esas cosas para no acordarme que ella no se quedó conmigo… no me queda nada… Hubo carnavales en los que también hubo negros, pero ahora no queda nada, y negras… pero no queda nada…

“Esa colombina puso en sus ojeras…”

- Nos quedan la música, los recuerdos y los discos- dijo el musicoterapeuta y se acomodó junto a la vieja fonola para seguir reviviendo los carnavales, mientras en el geriátrico las tostadas llamaban a la merienda…

- Aquella marquesa de la risa loca… ¿Así seguía no? Poné más fuerte. Hoy no tengo hambre… tengo ganas de mirar los surcos de esos discos y pensar que son como las arrugas de mi cara… años y memoria… memoria… se pintó la boca por besar a un clown… cruza del palco hasta el coche la serpentina y nerviosa y fina… como un pintoresco broche sobre la noche del carnavalll…

lunes, 5 de marzo de 2012

La vitalidad del Abrazo


La vitalidad del abrazo

Fernando Paredes Roy

Musicoterapeuta Universidad Abierta Interamericana Magister Modelo Benenzon de Musicoterapia Universidad del Tango –C.E.T.B.A- Carrera Intructor en Tango Danza

Suena “Ninguna”;

- - No habrá ninguna igual, no habrá ninguna…”

- Cantado por Ángel Vargas.

Las manos danzan sobre la mesa, escuchando la música. El compás del tango domina el temblor, en ellas. Algunos recitan, otros cantan algún verso de la letra. Miro a Amanda y la cabeceo. Cabeceo una vez más y ella hace un gesto de forma afirmativa preguntándome: “¿A mí?”, se señala mientras me mira, luego mira a su compañera que está de lado, como pidiéndole permiso y balbucea algo en su oído. Otro gesto con mi mano derecha moviendo el dedo índice de forma circular sugiere la pregunta a Amanda: “¿Baila?” Voy a su encuentro y Amanda se para, extiende su mano para que la ayude a pasar por entre dos mesas para llegar al pequeño espacio cuadrado del salón, alrededor PILAR, BEBA, LIRIA, a su lado DOLORES, del otro lado del salón, HUGO, HUMBERTO Y EL CHINO, BENEDICTA Y CARMEN. Se para frente a mí, extiende su brazo derecho y toma mi mano izquierda, ambos brazos extendidos. Con mi mano derecha la abrazo por la espalda y ella apoya su cabeza en mi hombro izquierdo, su antebrazo izquierdo apoya en mi antebrazo derecho y su mano en mi espalda, parados sin hablar, escuchamos el comienzo de la música por unos ocho compases, luego bailamos el tango “Tres esquinas” cantado por Ángel Vargas: “…Yo soy de ese barrio de humilde rango, yo soy el tango sentimental…” enuncia el comienzo del estribillo.

Al enfrentarme con la pregunta ¿Qué hace un musicoterapeuta?, me encontré dando distintas definiciones. Algunas veces las respuestas incluían ejemplos de mi clínica, otras, definiciones por la negativa, o sea, por lo que la musicoterapia no hace y en muchas otras me ayudé con aquellas disciplinas del campo “psi” que están más instauradas en lo social. Muchas de las definiciones de musicoterapia convergen en la idea de que el musicoterapeuta trabaja con la comunicación. Comunicación que toma los componentes del universo no verbal. Hablo de universo por la complejidad de sus elementos para impactar en el sistema perceptivo global de la personas. Hablo de complejidad por la multiplicidad de elementos iguales o distintos de este sistema. Universo que también incluye la palabra pero en el que hacemos énfasis en los elementos paraverbales de la comunicación, a la cual llamamos “comunicación no verbal”.

Cada persona está atravesada por la palabra, aún antes de entender la lengua, codificarla en palabras, en signos, en lo simbólico –la ley, la cultura, el súper yo- ya ha moldeado el deseo humano, para esa persona. Ricardo Rodolfo, psicoanalista argentino, dice que un niño llega a un espacio de Cultura, a un espacio particular y particularizante que le incumbe a él, un “mito familiar”, un lugar simbólico peculiar, un conjunto de significantes encadenados, un collage que no sólo es de palabras, sino lleno de actos discursivos de este universo en donde lo no verbal pareciera acompañar disimuladamente. Donde tendrá un nombre por elección y un apellido que lo situará en un linaje, una red de leyendas familiares, deseos y temores.

Lo no verbal es parte de nuestra comunicación verbal: la proxemia, las vocalizaciones, sonidos o ruidos, los movimientos corporales, los emblemas, las muestras de afectos, los reguladores y adaptadores lo demuestran. Los silbidos, chasquidos, las exhalaciones, el carraspeo, los eructos, las risas, los llantos, las onomatopeyas desempeñan funciones comunicativas importantes al igual que cuando hacemos algún movimiento con nuestro cuerpo.

Cuando los actos no verbales presentan una correlación entre significado y significante equivalente a la del lenguaje hablado, formarán emblemas. Recuerdo a Juan, un residente de un instituto geriátrico, que cada vez que concurría al espacio de musicoterapia me saludaba con el puño de la mano izquierda cerrado y en alza. Yo pensaba que ese gesto era un signo de estar en lucha o seguir vivo - seguir peleándola, ya que el puño cerrado en alza es un emblema de índole político. El gesto de OK, por ejemplo, es un emblema reconocido a nivel mundial. Algunos actos no verbales están en función de ilustrar el lenguaje hablado, por eso reciben el nombre de ilustradores. En un café de Buenos Aires basta con levantar un brazo y con la mano oponer el dedo índice al dedo pulgar, que mira al piso, dejando una distancia de unos centímetros, para que el mozo entienda que uno quiere tomar un café, y si frotamos el puño sobre la mano extendida el mozo entenderá que queremos la cuenta. En una milonga[1], en Buenos Aires, un sutil cabeceo, en el aire, marca la invitación que el hombre hace a la mujer para invitarla a bailar, también podría ser un círculo que hace con el dedo índice señalando al suelo.

Birdwhistell (antropólogo estadounidense, 1918-1944) elaboró todo un sistema cinético para estudiar la gestualidad, estableciendo unas unidades mínimas o “kine” que determinan “kinemas”. Cada individuo tendrá su propio estilo de gesticular y en parte el estilo de una persona refleja su cultura. Cada cultura se podrá diferenciar por los emblemas (kinemas).

Otros actos no verbales simplemente cumplen con una función reguladora, ya que influyen en la conducta del interlocutor. Al saludar a Horacio, un residente de otra institución geriátrica, diciéndole: “¿Cómo está?”, él respondía: “YYYYYYYYYY”, modulando el sonido de esta onomatopeya de lo agudo a lo grave y levantando una ceja. A lo cual yo respondía no verbalmente, poniendo una mano sobre su espalda.

El espacio también forma parte de este universo de lo no verbal y se concibe individual y socialmente. La manera en que esa comunicación se distribuye y cómo ese intercambio se da entre ambos se denomina proxemia. La proxemia es un hecho cultural y cada cultura expresa significados diversos mediante distancias también diversas. La utilización de las variaciones proxémicas puede tener también un uso terapéutico, puesto que, a veces, el invadir el espacio personal de un individuo, puede modificar una situación de aislamiento o cambiar una conducta hostil. Otro indicador relacionado con la proxemia es la postura corporal (defensiva, abierta) que determinaría situaciones más o menos distantes.

Junto al espacio podemos encontrar otras características físicas como el aspecto, olores, colores, la conducta táctil, como acariciar, sostener por el brazo. Los artefactos de la comunicación no verbal: perfume, gafas, pelucas, adornos. Y los factores del entorno: muebles, arquitectura, decorados, luz, temperatura, ruidos, música, fotografías y cuadros colgados.

Durante los años que llevo trabajando como musicoterapeuta con adultos mayores institucionalizados en residencias geriátricas y psiquiátricas de la Ciudad de Buenos Aires, vi que mi trabajo impactaba en primer plano en este cosmos de lo no verbal y que a su vez este mundo discursivo entraba en resonancia con el mío. En Buenos Aires las residencias geriátricas proliferan. Pueden ser varias las causas de la institucionalización de un geronte, desde problemas físicos, sociales hasta económicos o culturales. Pero en cualquiera sea la causa, se sobreentiende que para el anciano es imposible ya la vida en la comunidad. Para entender cómo funciona un establecimiento geriátrico como dispositivo asistencial para personas de la tercera edad, es necesario citar a Goffman en sus conceptos sobre institución totalizadora: “Un lugar de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual situación, aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente”.

El geriátrico rompe la vida cotidiana de sus residentes, estableciendo “diques” sobre el ejercicio social que afecta directamente la subjetividad de las personas que viven en él. Verticalmente le impone a cada uno llevar a cabo una actividad que es compartida con todo el grupo, recibiendo todos el mismo trato, pidiendo que hagan todos lo mismo.

La institución promueve sus propios intereses por sobre los de los residentes, quienes despojados de aquellas condiciones sociales que lo invisten, tienen menos recursos defensivos. La institución pondrá un régimen de premios y castigos para quien cumpla o no respectivamente con las reglas del lugar. La muerte del Yo se hace cada vez más evidente. Goffman dice que esta muerte está sistematizada institucionalmente. Si bien existe una clara relación entre edad y dependencia, es claro que esta relación se intensifica en la institución. Aún cuando exista la posibilidad de desarrollar plenamente la autonomía se potencia la relación de dependencia con el medio, en cuanto a las decisiones acerca de la propia vida. Ni la ropa que van a usar, ni el programa de televisión que van a ver, ni la música que van a escuchar, ni el baño, ni el desayuno, ni el almuerzo ni la cena van a ser elegidos por los residentes.

En las distintas instituciones geriátricas en las que trabajé he notado una disposición espacial discriminativa de los distintos grupos de ancianos. En general, aquellos más deteriorados o que no pueden deambular por cuenta propia son colocados en los lugares más alejados u ocultos de la institución, lejos de la vista del resto de los internados y de ocasionales visitantes, como si fuera necesario preservar a los demás de la visión de los que son más dependientes. En una institución geriátrica llamada Carpediem[2], los residentes con demencia estaban en un primer piso, por escalera, mientras que los “Autovalidos o Semivalidos ” en la planta baja.

Amanda es del otro sector, del otro comedor, aquel destinado a los residentes que padecen alguna demencia. Dos mesas, una que atraviesa el espacio y otra debajo de la ventana, un televisor constantemente encendido en los programas de espectáculos, que funciona como ruido blanco y que nadie ve. En una mesa están Ema y Luisa; en la otra, Rosita Quiroz, y enfrente Dolores. Todas en sillas de ruedas atadas a la pata de la mesa que les corresponde. Entre Dolores en su silla de ruedas y el rincón que encierra la mesa puesta transversalmente con la pared, está Amanda sentada en una silla, hamacándose. Amanda tiene un deterioro cognitivo importante. Por eso quizás le toca este otro sector. Para frenar su deambular está Dolores que funciona de “obstáculo”.

Una privación más que se suma a las situaciones de constante pérdida, es la de la palabra hablada.

Al entrar se escucha el sonido del televisor.Los residentes están sentados, cada uno tiene su mesa. Nadie habla, como si el tiempo desgastara las palabras, como si las palabras decidieran abandonar a cada persona allí internada, pensando en que ya no hay nada de qué hablar. Durante la segunda media hora de musicoterapia el grupo dialoga, de forma activa, algunos exponen sus recuerdos frente al grupo y conversan. Otros cantan, siguen el ritmo con alguna parte del cuerpo, balbucean la letra, piden por determinado autor. Amanda baila… Al finalizar escucho desde la puerta:

Hugo: ¡Seguiría toda la tarde escuchando música!

Beba: ¡Ya son las ocho! - (haciendo alusión a que servirán la cena).

Hugo: Pero no importa, la música nos alimenta. (Risas)

Los deterioros perceptivos - motrices en el proceso de envejecimiento normal van a provocar una mengua en la comunicación y el lenguaje. El acceso al léxico, la comprensión y producción de oraciones complejas y la comprensión y producción del discurso se verán aún más deteriorados si lo que falla es la memoria operativa. La memoria operativa es un conjunto formado por dos subsistemas subordinados (los almacenes fonológicos y visuoespacial) y el Sistema Ejecutivo Central. Por otro lado, diferentes patologías psiquiátricas en el anciano también van a provocar un déficit significativo en las capacidades cognitivas como la memoria, el lenguaje, la atención, el pensamiento.

La comunicación y el lenguaje dentro de la institución geriátrica se verán afectados tanto en el caso de patologías psiquiátricas de la vejez como en los procesos naturales de envejecimiento. Sin embargo, la comunicación no verbal sigue su curso. La otra cara de la misma moneda. Un canal que está siempre activo en los intercambios sociales. Aún cuando parezca que la persona no está haciendo ningún cambio en su conducta o no está hablando, o sufre un deterioro en el lenguaje, está comunicando desde lo visual, lo auditivo, desde el olfato. La comunicación no verbal es inconsciente y holística.

Desde el Modelo Benenzon fundamentamos nuestro hacer musicoterapéutico en la teoría de la comunicación de Watzlawickz, sobre todo en su primer postulado, la imposibilidad de no comunicar: “Si se acepta que toda conducta en una situación de interacción tiene un valor de mensaje, es decir, es comunicación, se deduce que por mucho que uno lo intente, no puede dejar de comunicar”. Cuando un musicoterapeuta parado en este modelo entra a un instituto geriátrico comunica, desde que entra hasta que sale. Será su “no verbal” el que entra en resonancia con el no verbal de los residentes que también están comunicando.

…Al bailar vi que Amanda entendía los mismos gestos que se usan en una milonga para que un hombre saque a una mujer. Un emblema particular que se transmite también desde lo no verbal, como un ritual que propone el tango. Un cabeceo o un giro con el dedo índice que apunta al suelo. Amanda además comprendía los gestos de un “abrazo de tango”. El tango es una de las pocas danzas que se baila con un abrazo, que funciona como un verdadero sistema de transmisión de información, de comunicación gestual desde el torso del hombre hacia los pies de la mujer en un feed-back devuelto al torso del hombre.

Nuestro no verbal entra rápidamente en resonancia con el no verbal del paciente lo que suena será nuestro ISO, otro gran concepto que manejamos dentro del modelo: la identidad sonora. El cual deriva del concepto de arquetipo de Jung.

La vida, la muerte, la importancia de las figuras materna y paterna, enfrentar terrores en la oscuridad, la adoración al poder o alguna deidad son experiencias básica que, según explica Jung caracterizaron generaciones tras generaciones. La universalidad de esas experiencias en la evolución de un sin número de generaciones ha dejado su impronta en cada uno de nosotros y va a determinar cómo percibimos y reaccionamos frente al mundo. Jung sostiene que la forma del mundo con la cual un individuo nace ya está en él como una imagen virtual. Jung descubrió que temas y símbolos comunes aparecían en diversas partes del mundo, entendiendo que esas ideas no habían sido transmitidas o comunicadas oralmente o por escrito de una cultura a otra. Así también encontró en los sueños y fantasías que narraban sus pacientes algunos de estos símbolos de culturas antiguas. Para lo cual no había explicación alguna de cómo habían sido transmitidas, salvo pensar en la existencia de un inconsciente colectivo. El contenido de este icc colectivo serán estas antiguas imágenes llamadas arquetipo. Los arquetipos serán entonces una herencia colectiva de formas abstractas y generales que estructuran la adquisición personal de contenidos concretos y particulares. Nuestro pasado primitivo se convierte en la base de la psique humana y dirige e influye en el comportamiento actual. No heredamos el miedo a las serpientes, sino el potencial para temerles. Estamos predispuestos a comportarnos y sentir de la misma manera en que la gente siempre lo ha hecho. El hecho de que la predisposición se convierta en realidad depende de las experiencias específicas que cada uno de nosotros encuentre en la vida.

El ISO será entonces un conjunto de energías acústicas que pertenecen al individuo y lo caracterizan. Estas energías crearan el ISO Gestáltico y Cultural. Todas estas energías en el inconsciente tienden a una descarga inmediata. Desde el modelo tomamos el concepto de proceso primario de Freud para explicar dicho funcionamiento. El proceso primario es puramente instintivo o no socializado. Ignora el tiempo por lo que es atemporal, no reconoce pasado ni futuro, sólo el momento presente. Demanda una gratificación inmediata. Otra característica es que no tiene un orden ni se rige por consideraciones lógicas.

Dice el Dr. Rolando Benenzon: …” El ritmo binario, las sonoridades y el movimiento del agua (que en un origen lo da el liquido amniótico), los sonidos de inspiración y espiración, la escala pentafónica con sus intervalos de segunda y tercera que predominan en las canciones de cuna, la tónica y la dominante, el acorde perfecto, el canon, el silencio, serán algunas de las energías sonoras básicas del Iso Universal. El ISO universal se encuentra en el inconsciente en todos los individuos, en Oriente, en Occidente. Mientras que el ISO Gestáltico serán las sonoridades que van a distinguir a ese individuo en particular y lo van a caracterizar en su personalidad. El ISO gestáltico está formado por las energías heredadas en los genes, por las sonoridades y movimientos que vienen del cuerpo de la madre, las sonoridades que vienen del exterior a través del liquido amniótico. Las energías que pasan del inconsciente de la madre al inconsciente del feto…”

“Dice Benenzon; …Si estas energías logran descargarse en el preconsciente, el proceso se denominará secundario, en donde hay una realidad a la que hay que adaptarse con las restricciones que plantea el mundo real. Así en el ISO Cultural encontraremos todas las energías que aparecen a partir del nacimiento del individuo y forman parte de su medio ambiente familiar y social. Aquí comienza a existir la temporalidad. El pasado y el futuro. Todo se vuelve cronológico, ordenado y las energías se estructuran en una lógica con lo cual podrán pasar a la conciencia y proceder a la descarga final. Las energías se digitalizan en palabras. La dinámica de comunicación que tenga la persona en determinado momento será lo que refleje el ISO complementario lo cual se estructura en forma constante…”

El ISO es dinámico, lo que es parte del proceso secundario podrá ser primario y viceversa, lo que era temporal puede dejar de serlo. En la producción de un grupo en musicoterapia convergen los diferentes ISOS, que en la construcción de un proceso formarán el ISO Grupal. Dicha producción tendrá una multiplicidad de formas, que se delinean y se borran constantemente. La clínica es un espacio de creación. Donde co–creamos, co-construimos con los pacientes a través de procesos creativos. Una característica de estos procesos es que se constituyen objetos abiertos a múltiples significaciones, en donde coexistirán diferentes formas temporales. Y en este punto pienso en el texto plural de Roland Barthes, en donde la pluralidad de sentido no depende de una interpretación, por más liberal que sea, sino de una explosión, una diseminación. “Una producción dinámica, en un movimiento constante, dado por la multiplicidad de intervenciones personales”, dirá Umberto Eco en su Poética de la Obra Abierta. Una red de relaciones inagotables entre la producción creativa y la organización de la obra. Duchamp dirá que el acto creativo será no solo del artista sino del espectador que pone en contacto la obra con el mundo exterior. Hay una lógica de los procesos creadores, a la cual Héctor Fiorini llamo fenómenos terciarios, diferenciándolos de los fenómenos primarios y secundarios nombrados por Freud. Los fenómenos terciarios a través de los procesos creadores, desorganizan formas constituidas y trabajan la reorganización de nuevas formas o sentidos. Convocan a elementos en sus diferencias y enlazan sus oposiciones haciéndolas converger a la vez. También hay un entrecruzamiento de tiempos, el tiempo sucesivo y el tiempo reactivo, donde se produce un tiempo circular, una transtemporalidad. “Un tiempo fuera del tiempo”, así la llamó Proust.

Vida mía… lejos más te quiero

Vida mía… piensa en mi regreso

Sé que el oro no tendrá tus besos

Y es por eso que te quiero más

Canto de forma intercalada con Juan, la letra de “Vida mía” de los hermanos Emilio y Osvaldo Fresedo, músicos de tango de la década del 40. Juan es residente de un geriátrico de la zona sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Él era el cobrador del Hipódromo de la mencionada ciudad. El Hipódromo, con sus apuestas, estuvo ligado a la cultura del tango desde 1930. Luego de cantar una estrofa y hacer un silencio, él canta otra. Durante todo el día Juan no habla y dormita en la mesa hasta el momento del espacio de musicoterapia. Sus familiares, enfermeros y demás personal de la institución, esperan el momento para escucharlo cantar. Juan concurría a una milonga llamada El príncipe George, en donde le pedía al pianista de la orquesta que había en el lugar por este tango, Vida mía , para así bailar.

Rosita Quiroz se presenta como cantora, la conozco aproximadamente desde hace siete años. Actualmente el deterioro es tal que ya no camina ni habla, sólo balbucea desde su silla de ruedas, atada a la mesa frente a Amanda, en el cuarto dispuesto por el geriátrico para aquellos que presentan demencia o discapacidad. Rosita grabó un disco de pasta con algunos temas que cantó en la radio. Fue hija de un caudillo[3] de la localidad de Avellaneda, un suburbio de Buenos Aires. Segregados del espacio urbano estaban las cárceles, los hospitales, los cuarteles, y el tango que luego va adentrarse al centro de la ciudad. Cada vez que cantaba en grupo Rosita se sentaba al lado mío, para escuchar la guitarra.

“ Si jugaste una apuesta perdiste

Porque el amor era amor

Sin embargo tu engaño

Me dejó una prenda

Que va hacer mi alegría

Y pa’ vos solo dolor….”

“La apuesta”. Fue su carta de presentación para con el grupo. Y una de las canciones que grabó en el disco, siempre mencionado. Durante el ultimo encuentro le canté este fragmento del estribillo, y ella balbuceó mientras acompañaba la melodía. Cantaba apasionadamente, notándose la técnica vocal. Proyectaba su voz y manejaba cierto fraseo que muchas veces molestaba al grupo, que al leer y no cantar se desfasaban en cuanto al tiempo. En un proyecto de Musicoterapia y Resocialización fuimos a cantar a “Los Laureles”, un bar de 1893, que está en la esquina del geriátrico. Mucho tiempo después me enteré de que Amanda fue la dueña. En “Los Laureles” los vecinos del barrio cantan tangos con un guitarrista de oficio, de esos a los que se los llaman parrilleros, porque improvisan la armonía. La institución convocó a familiares y a otros residentes a formar parte del público ese día, junto con los comensales, por lo que se borraban las dicotomías cuidador-cuidado y Rosita se empoderaba así de su subjetividad, la cual quedó ligada al “ser cantante”. Tal es así que Rosita evitó pasar a ese cuarto de exclusión dentro de la institución por años, hasta ahora.

Le dicen Enrique “Bolero”, porque desde hace diez años cada sábado canta boleros en la Radio “La Colifata” del Hospital Psiquiátrico Borda. Hace 22 que él está internado en el hospital. Cada vez que canta lo hace desde cierto aplanamiento afectivo: falta de expresión facial, contacto visual pobre, reducción del lenguaje corporal y desde un descenso y fluidez del habla. Canta grave, con pocas inflexiones, guiándose mejor si alguien lleva la línea melódica. Conocí a Enrique en el año 2001 acompañándolo durante la transmisión como musicoterapeuta. En una oportunidad, Enrique contó que él se inició como cantante en una fiesta con sus compañeros de trabajo imitando a Antonio Prieto. Cada sábado, Enrique ritualizaba la escena (fiesta), la cual pensé que funciona como un mito original. En ese momento escribí lo siguiente:

…”En cada participación de Enrique en Momento Romántico se constituye un espacio y un tiempo diferentes…un tiempo no continuo, no lineal, en donde se hace presente el rito; por ende, el pasado, aquel hecho original. Tampoco el espacio es homogéneo, ya que aquel mito rompe con la homogeneidad del mismo, presentando una realidad nueva…” Hoy diría que “Momento Romántico” era transtemporal y transespacial.

Amanda baila y el grupo agudiza los sentidos. Nos observan y en ese acto delimitan el espacio de baile dentro del geriátrico, que se convierte en una milonga, mientras se escucha un tango de Ángel Vargas (1904-1959), un popular cantante de orquestas de tango de la década del 40, muy reconocido por su fraseo. Amanda entiende los códigos que hago con mi torso en disociación y realiza figuras con la parte inferior de su cuerpo, entrando lentamente en una figura llamada ocho (porque dibuja un ocho en el suelo). Pareciera así abrir espacio para la “tanguidad”, la “metafísica del tango”, una cosmovisión particular del mundo, de un residente rioplatense, algo más que la danza, el canto o la música: una interpretación de la existencia basada en intuiciones, apreciaciones espontáneas, reflexiones sobre la realidad y el universo. Entonces reflexiono que, el tango abre contenidos hacia la vida emotiva como posibilidad terapéutica, como un acto de revolución que rescata arquetípicamente el folklore del oprimido desde lo no verbal. Y, quizás por eso también, forma parte de la identidad cultural (ISO cultural) grupal dentro de este geriátrico, dejando de ser un género musical para convertirse en una cultura, un paradigma del antihéroe, un culto al hombre común. Entonces, más allá de ser una expresión artística compleja (danza-canción-música), el tango, dentro del espacio de musicoterapia, será una red minuciosa y laberíntica de significaciones, con una psicología propia de fenómenos terciarios; transtemporal, transespacial y, desde sus orígenes, transcultural. En un primer momento (escena mítica) un grupo que venía del interior de la Argentina, del campo, “los gauchos”, campesinos de las pampas dedicados a la crianza de ganado, prácticamente nómade y los inmigrantes europeos traídos con la promesa de tierras para trabajar, se fusionan. Uniéndose en la exclusión; los gauchos y peones emigran hacia la periferia urbana. Al alambrarse los campos, los inmigrantes quedaron varados en las ciudades cuando se produce el exceso de mano de obra rural, en el siglo XIX. Esto provocó situaciones de hacinamiento. De esa comunión surgirá el tango como una expresión del nuevo grupo social. Para Alfredo Moffat esa expresión “…fue la forma de elaboración del trauma psicológico de una inmigración que, por la frustración a que fue sometida, se convirtió en una generación de desterrados y no de inmigrantes.” Entonces, este nuevo grupo social, entre certezas e incertidumbres, va a buscar una identidad propia, como producto del enlace de dos culturas: el tango.

El fenómeno tango converge en el geriátrico porque al igual que el proceso de envejecer, también elabora una situación de pérdida. Sus letras reflejan la pérdida del objeto amoroso, que se personifica en la figurada de “la mina”[4]. La pérdida de la mina será la pérdida del lugar de origen, el lugar del nacimiento en el barrio y el deseo de recobrarlo.

La inmigración de 1880 -1900 -1920 trajo problemas de identidad. La situación de explotación social que vivieron muchos de los inmigrantes los llevó a la pobreza y a la destrucción familiar. La misma oligarquía que los convocaba con promesas de trabajo, les cerró el acceso a las tierras y los obligó a vivir en conventillos[5].

Por lo tanto, en el análisis que hace Alfredo Moffat en “Psicología del oprimido” entiende que “la mina” va a representar esta pérdida del lugar de origen, porque esta figura femenina va a encarnar el arquetipo del “self”. Este término está ligado al concepto de identidad, abarcando lo consciente y lo inconsciente. Para Winnicott el “ self” es el sentido de identidad que adviene con la percatación de sí: "es la persona que soy, y que sólo yo soy." La inmigración de rincipios del siglo XX sufrió una pérdida, al igual que los residentes de este geriátrico, la de la continuidad contextual del self.

Así, la cultura del tango dentro del geriátrico actúa como un mediador semiótico de las emociones ligadas a la música y al recuerdo. Y es el recuerdo el que viste a Amanda de subjetividad, a partir de poner en movimiento la espiral dialéctica de ISOS (universal, gestáltico, cultural y grupal), que la nombran. Y es este sistema de comunicación no verbal el que abre posibilidades de expresión en ella, como un juego de libertades (Dinzel) sin un camino preestablecido, cuestionando el “viejismo”, como prejuicio hacia la vejez (Salvarezza), al que la somete la institución. Entonces el tango en este geriátrico de Barracas en la Ciudad de Buenos Aires ocupa un lugar central dentro del “setting[6]” de musicoterapia, como un importante productor de subjetividad.

Un abrazo vital es el que promueve la musicoterapia para este grupo de ancianos, a través del tango que forma parte de su Iso cultural. Y es la cultura del tango que los abraza, como un recipiente ambiental y psíquico que acompaña el proceso físico y emocional de envejecer. Vital como sinónimo de aquello que trasciende, aquello que emerge trazando nuevos mapas de comunicación frente a lo dado , a las formas ya establecidas, al diagnóstico, a lo constituido e institucionalizado buscando generar nuevas alternativas en salud.

Bibliografía

La nueva Musicoterapia Rolando Benenzon, con Violeta de Gainza y Gabriela Wagner Nueva Edición, corregida y aumentada, editorial Lumen. Los siete triángulos Esquema conceptual referencial y operativo Presentado en el VIII Congreso Latinoamericano de Psiquiatría Acapulco México 1975 Marcos Berstein. Abordaje Musicoterapeutico a través de Medios de Comunicación Fernando Paredes Buenos Aires, 2003. Envejecimiento e Institucionalización Geriátrica Dr. Daniel Matusevich . Envejecimiento y Vejez nuevos aportes compiladora Dra. Gloria Adraiana Ferrero Editorial Atuel. Arquetipos e Inconsciente Colectivo C. G. Jung. Paidos Psicología Profunda. Obra Abierta. Umberto Eco Ariel Barcelona 1990. El tango Nómade Ramón Pellinsky, editorial el corregidor. Quince fragmentos y un tango Ramón Pellinsky Editorial Akal Musicología. Las cosas del decir Manual de análisis del discurso Helena Calsamiglia Blancafort. Amparo Tuson Valls. Prefacio Teun A. Van Dijk Editorial Ariel Lingüística. 1999 España. Mas que Palabras El poder de la Comunicación no Verbal de Miles L. Patterson Editorial UOC Comunicación y Sociedad Abril 2011España. Teorías de la Personalidad Duane P Schultz Universidad del Sur de Florida Editorial Thomson. México 2006. Psicogeriatría Teoría y Clínica Leopoldo Salvareza Editorial Paidos 1988 221 pag. En busca del tiempo perdido - El tiempo recobrado – Marcel Proust – Cs Ediciones. Psicoterapia del oprimido ideología y tenga de la psiquiatría popular Alfredo Moffatt. Editorial Librería Ecro 1988 216 pagina. El Psiquismo Creador – Hector j. Fiorini. Formaciones de Procesos Terciarios Una Topica del Psiquismo Creador Hector j. Fiorini. Editorial Paidos. Psicología Profunda. El tango una Danza - La ansiosa Búsqueda de la Libertad - Editorial El Corregidor Rodolfo Dinzel. Art News, vol. 56 N° 4, 1957. Marcel Duchamp en Houston (Texas) en 1957, ante la Conferencia de la Federación Americana de Artes. http://www.todotango.com: Letras de Canciones, Biografia de Angel Vargas, lunfardo etc. http://www.anuies.mx/servicios/p_anuies/publicaciones/revsup/res043/txt7.htm EL ANALISIS TEXTUAL DE ROLAND BARTHES, XAVIER GOMEZ ROBLEDO Ponencia presentada en el IV Coloquio Nacional Universitario sobre Lengua Escrita, Colima, Col. Catedrático de la Universidad de Guadalajara, México.



[1] Milonga: lugar donde se baila tango en Buenos Aires. No específicamente tiene que ser cerrado, existen milongas al aire libre. La milonga también es un subgénero musical dentro del tango, de carácter más rápido y acentuado, de compás binario.

[2] Carpediem es una locución latina que significa “aprovecha el día” En términos más actuales carpediem podría significar aprovecha el tiempo y no lo malgastes. Sin embargo, es interesante pensar que en el Renacimiento, este tópico sumado a los ideales de belleza y perfección, hicieron entenderlo de la siguiente forma: "Vive el momento porque vas a envejecer pronto". Podría agregar, sabiendo la función de la institución geriátrica, “Vive el momento por qué vas a morir pronto”.

[3] Caudillo: El caudillismo es un fenómeno político y social surgido durante el siglo XIX en Latinoamérica. Consiste en la aparición de líderes carismáticos cuya forma de acceder al poder y llegar al gobierno estaba basada en mecanismos informales y difusos de reconocimiento del liderazgo por parte de las multitudes, que depositaban en "el caudillo" la expresión de los intereses del conjunto y la capacidad para resolver los problemas comunes.

[4]Mina significa Mujer en lunfardo . El lunfardo es una jerga empleada en el lenguaje carcelario de principios de siglo XIX. Proviene de un dialecto romanesco que significa ladrón. Y su uso se extiende a los límites del Río de la Plata. Es rápidamente difundido primero por las clases más populares y ya en entrado el siglo XX por los autores de letras de tango y obras de teatro.Inicialmente se usaba con connotaciones peyorativas. Mina: es un vocablo que se forja con la aféresis de la palabra italiana femmina y la contracción de la gallega menina, a lo que se suma el juego de lenguaje metafórico usado por los proxenetas, ya que la mujer con su cuerpo les reportaba riquezas, como una mina.

[5] Conventillo es un diminutivo de convento . En Argentina fue el hogar típico de muchos inmigrantes recién llegados. Una casa de inquilinato en donde la estructura típica rondaba alrededor de un patio donde convergen todas las habitaciones y una cocina y comedor en común. En él se mezclaba gente de todos los idiomas y nacionalidades, principalmente españoles, italianos, judíos y árabes. Fue caldo de cultivo para la cultura popular, expresada en el tango y los sainetes, entre los que merecen destacarse las obras de Alberto Vaccarezza.

[6] El setting es el gabinete de musicoterapia propiamente dicho, pero también puede constituirse por el medio ambiente natural, o el agua.